Confesiones de una Mente Perturbada II

Se subio a su carro y prendio el estero el cuál exploto en sonidos de Travis. El regreso con un disco de mi pertenencia y una carpeta.

- Tu disco y recuerdos.
- Recuerdos?
- Sí. Abrelo.

Así es, recuerdos, fotos desde hace tiempo, de cuando fumabamos esos cigarros turkos que nos hacían reir por horas, de cuando empeñamos las joyas de su madre en el monje pillo, de personas que tenemos rato sin ver y otras que ya no volveremos a ver por diferentes razones. Cada foto era un recuerdo, una memoria, una risa, un agüite.

- Oye wey, y para que esta madre?
- Ah, he aquí. Te acuerdas de ella?
- Como olvidarla era una diosa.
- Sí, tenía un enorme **** (el autor censuro esto)
Risas.
- Es cierto que tuvo un hijo?
- Sí, ya tiene 3 años.
- Que viejos estamos.
- Estas tú cabron.
Más risas
- Y cuál es el problema con ella? - creo que ya sabía a donde iba esto solo quería que el lo dijiera.
- Con ella ninguno.
- Entonces?
- Es problema con su familia.
- Ah, chingao. Su esposo?
- No, cabrón.
- Entonces?

Volvio a sacar otro cigarro, ahora sabía con exactitud que si eran cigarros. Aunque estaban en esa cigarrera sí eran cigarros, al parecer Camel rojos, de esos que patean si eres mariquis y sólo fumas blancos por un rato.

Más silencio, pero ya no era de ese incomodo, ya sabía que iba a decir algo referente a ella.

- Ah, se me olvido enseñarte una foto.
- Quién es ella?
- Su hermanita.

Main Out!

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